Melisa acaba de salir del pub donde ella trabaja, más de diez horas al día. Echa a correr hacia la
boca del Metro de Tetuan. Se le hizo tarde, tiene
que subirse al último tren de la noche que pasa a la 1:45. Consigue subirse
justo cuando suena el pitido del cierre de puertas. Se sienta al final
del convoy, saca su libro de la mochila, para continuar con la lectura que
la tiene intrigada (El Resplandor) un clásico del género de terror. De reojo,
tras el cristal de la puerta del vagón, observa, como un hombre no deja de
mirarla. Lleva una ropa desaliñada, como de otra época, el pelo a media
melena, barba poblada, y moreno de piel. A ella, la llama la atención los
ojos del hombre, su mirada es penetrante y glacial, sin vida. Melisa aparta la
mirada, volviendo a su lectura, la cual ha perdido su interés al no
concentrarse. Es la única viajera al igual que el hombre
misterioso del otro coche. Están solos, empieza a sentirse incómoda. En
ese instante, el tren se detiene en el túnel, a la vez el alumbrado se apaga, quedándose, solo las de emergencia. Después de varios
minutos, por megafonía se escucha la voz del maquinista comunicando que están detenidos
un largo rato. Se levanta del asiento algo nerviosa, caminando por
el pasillo del convoy, de un lado a otro. Suena su móvil, se asusta,
casi se le cae al suelo. Lo descuelga, al otro lado, se escucha una respiración,
pero no habla. Cuando está a punto de colgar, se oye una voz de ultratumba,
como del más allá. La dice que no tiene escapatoria, se ha subido al tren
equivocado y va a morir. Se corta la llamada. Mira hacia el asiento donde se
encontraba el hombre, allí, no hay nadie. Al cabo de unos minutos, se
escuchan gritos desgarradores, de sufrimiento, parecen de varias personas. Se
tapa los oídos, empieza a temblar de miedo, de terror. A la vez,
fuertes golpes se escuchan en la parte de arriba del tren. Siente pánico
la deja paralizada. Llega a perder el conocimiento, aunque todavía
es consciente de lo que está sucediendo.
Se despierta, está sofocada, observa que las personas que están a su lado la miran extrañadas. Ha tenido un sueño. Melisa se encuentra en el Metro, a la hora
punta de la mañana. Se levanta para apearse en la siguiente parada (Cuatro
caminos). Sonríe al recordar el sueño. Cuando esta de pie, frente a la
puerta, por el rabillo del ojo se percata entre la multitud de la gente, que un
hombre la lleva observando, mucho rato, trajeado, pelo a media melena,
barba poblada, mirada penetrante. Se empieza a sofocar, Melisa la falta el
aire, esta sufriendo un ataque de asma va a perder el conocimiento. Al
abrirse las puertas, cae desplomada al andén. El hombre del traje, es el de su
pesadilla. ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario