Yolanda y Juan son un matrimonio de mediana
edad, que para vencer la monotonía deciden adentrarse al mundo Swinger.
Después de la
experiencia lesbica con aquella prostituta por parte de Yolanda, la pareja decide acercarse a un local
Swinger. Quieren seguir probando la manzana del paraíso, avanzar en esta
andadura del sexo no convencional .Llegan al club de Intercambios, se halla ubicado en una estrecha callejuela con un pequeño cartel que destaca “la tentación lleva
su nombre”. En la puerta, el portero les indica las normas del local que deben
acatar, previo pago de la entrada. Nada
mas entrar, se topan con la barra del bar donde se hallan varias personas, las
cuales se les quedan mirando al entrar. La luz es tenue y azulada, se sientan en un rincón
junto a los reservados, estos están ocultos por unas cortinas de color rojo
chillón, un poco hortera, para el gusto de la pareja. Piden las consumiciones.
Al cabo de media hora sentados, se les acercan otra pareja de aproximadamente
la misma edad.
- ¡Hola!
soy Miguel y mi esposa es Ana, ¿podemos sentarnos?
- Encantados,
podéis sentaros, les dicen ambos.
- ¿Es la primera vez que frecuentais un sitio como este?
- ¿Es la primera vez que frecuentais un sitio como este?
- Si,
le dice Juan, ¿y vosotros?
- No,
ya tenemos experiencia en este tipo de sitios, en cambio a vosotros se os nota
primerizos.
(Risas) por parte de Yolanda.
Llegan a
intimidar después de varias horas de velada, hablando de todo un poco, trabajo,
economía y sobre todo de sexo. Ana les pregunta: - ¿Habéis oído hablar de la
“La Mansión”?.
- No,
¿que es ese lugar? Pregunta Juan.
- El
paraíso del sexo, es un chalet que se encuentra a las afueras de Madrid cerca
de un pueblo segoviano, allí celebran las mayores orgías que uno se pueda imaginar.
Los
anfitriones, los cuales nunca les hemos
visto las veces que hemos ido, son gente con mucho dinero y sobre todo tienen
muchas influencias.
- Además
son muy selectivos, no todo el mundo pueden entrar, necesitas una
contraseña para acceder .
- ¿Qué
contraseña?, Pregunta Yolanda.
- A la
entrada, encontraréis un enorme portón con una barrera, tendréis que hablar al interfono, la contraseña es: “busco al Marqués de Sade”.
- (Risas)
de Juan y su esposa,
- Nosotros
vamos el sábado que viene, ¿os apuntáis?
- Bueno
iremos con vosotros, se anticipa Yolanda.
- Vale,
pero no podemos entrar juntos, ya sabeis lo de la contraseña, mejor ir separados.
- De acuerdo,
contestan la pareja primeriza.
- Se me
olvidaba deciros que tenéis que llevar
unas máscaras al estilo venecianas y luego allí os hacen cambiaros de ropa,
cada sábado es un disfraz diferente.
Las dos parejas
se despiden, la velada ha sido muy constructiva, a pesar de que no llegan a
practicar sexo, salen de ese lugar encantados de haber conocido a Miguel y Ana.
Por fin llega el
día esperado, Juan se encuentra indeciso, en cambio Yolanda no tiene dudas es
curiosa, atrevida y quiere conocer ese lugar.
- Yoli,
tengo malas vibraciones de ese sitio.
- ¿Por
qué? Juan, no tienes que tener dudas, nosotros vamos y si no nos gusta, nos
largamos y punto, además ellos han
estado en ese chalet.
- Ya lo
se, serán los nervios de lo desconocido.
- Imagino
a mi me pasa igual, te recuerdo que fuiste tu el que nos metió en este
mundillo, querías probar cosas nuevas, pues ahí tienes tu oportunidad.
Decididos los
dos, se arreglan para la fiesta sexual. Yolanda lleva un vestido negro ajustado,
dejando entrever su figura esbelta, con un escote provocativo y marcando su
trasero prieto con sus caderas anchas pero muy sexi a la vez. Se siente como
una diosa egipcia, “Anuket” (diosa del Nilo y también diosa de la lujuria).
Juan en cambio, lleva puesta una americana y pantalones de vestir clásicos.
Están cerca del
chalet, en cambio no logran dar con el. Después de dar varias vueltas por los
alrededores, consiguen encontrarlo, se halla oculto entre un frondoso bosque
desviándose por un camino estrecho de tierra de difícil acceso y algo
embarrado, al haber llovido el día anterior. Se topan con un portón con su
barrera, como les habían indicado, junto a la barrera a la izquierda del
conductor, un interfono. Tocan el timbre, el lugar parece una fortaleza, ambos
sienten escalofríos por ese sitio. Al otro lado del interfono se escucha, -
Buenas noches, a quien vienen a visitar. Dudan un segundo, se acuerdan de la
contraseña. – Buenas noches, venimos a ver, al Marqués de Sade. Se produce un
leve silencio. Al instante se sube la barrera, abriéndose el portón.Al entrar, se
dejan llevar por el hermoso e inmenso paisaje alrededor de la mansión. El
chalet parece una mansión del siglo XIX de estilo colonial neoclásico (también
llamadas casas de indianos) con 850
m2 rodeadas de un
maravilloso jardín de 3.500
m2 y arquitectura estilo ingles, 1 km2 de
diversidad botánica. Llegan al parking, llenos de vehículos de alta gama. Los
dos están impresionados por la belleza del lugar. Les abre la puerta un hombre
de color , de casi dos metros de estatura puro músculo. El hombre les indica a
la pareja que pasen a un cuarto que se encuentra nada más entrar, para
cambiarse de ropa y sobre todo deben llevar la mascara puesta en todo momento.
Los ropajes que se ponen, son de la llamada “moda del delfín”, de la Francia de Luis XVI y de
María Antonieta. Yolanda lleva puesto un cuello de encaje, escote pronunciado y
corpiño con petillo. Juan lleva peluca , mangas adornadas de ricos
encajes venecianos y zapatos altos de tacón de la época. Los dos ríen al
mirarse al espejo.- Vaya pinta que tenemos, parecemos de la película, Las
Amistades peligrosas. – Yo me siento sexi y provocativa con estos ropajes,
comenta Yolanda. Deciden salir del
cuarto para seguir conociendo ese lugar de desenfreno erótico. Se dirigen por
un amplio pasillo rodeado de varias puertas. De fondo ya se escuchan sonidos de gemidos entremezclados con una
fragancia lasciva. Ella se nota nerviosa y a la vez excitada. Al fondo del
pasillo una amplia escalera que llega hasta una cuarta planta. En cada planta
dos vigilantes trajeados, todos ellos con sus máscaras venecianas para
ocultar el rostro. Entran en una sala con iluminación escasa casi a oscuras, se
impresionan por el espectáculo acontecido en la sala, en los alrededores varias
personas de espectadores contemplando la escena de lujuria.Múltiples personas de
distintas edades y razas, practicando sexo en grupo. Un espectáculo frenético
de cuerpos que rezuman. Al fondo, Juan se fija algo excitado, como una mujer
practica sexo con cuatro personas. Cerca de ellos, un hombre está siendo sodomizado
por varios de su mismo sexo. Se entremezclan un cúmulo de sensaciones placenteras por su
cuerpo, con aquella visión general del lugar. La pareja (Juan y Yolanda), son
ordenados a sentarse como espectadores, a la espera de que alguien les invite a
participar. Al rato de estar contemplando el espectáculo, algo excitados,
Yolanda es invitada a entrar en la orgía. Juan la detiene mirándola a los
ojos, sus ojos lo dicen todo no hace falta que hablen, este la suelta dejándola ir al circo de lujuria. El también es invitado, por una mujer joven y rubia
entrada de carnes pero muy sexi al desnudo. Ambos disfrutan con varias
personas por separados, formando varios
grupos. De vez en cuando se miran como el uno y otro son entregados a esa pasión de sexo desenfrenado. Cuando terminan, salen de la sala para continuar
la andadura, no se miran ni comentan nada durante un largo rato, sienten algo de vergüenza. Bajan por las
escaleras al semisótano. La sala está rodeada de espejos, un laberinto de
cristales, uno de los espejos tiene una
puerta que comunica con una gran habitación. Allí se practica el llamado BDSM (prácticas
sexuales no convencionales, bondage y disciplina, dominación y sumisión,
sadismo y masoquismo). El espectáculo es desagradable a la vista del que no
está acostumbrado a esas prácticas. Salen de allí escopeteados. En ese instante
aparece la pareja del club de intercambios (Miguel y Ana) – Hola parejita, no
os gusta este lugar. Juan y su esposa se sobresaltan, les encuentran extraños.
- ¡Hola!, contesta Juan. Pero salen de dudas al ver a Miguel, empuñando un arma
de fuego. - ¿Qué hacéis con eso?..-¡Calla!, obedeced y entrar a ese cuarto. La pareja
perpleja, entran a la fuerza.
Después de varias
horas de torturas, vejaciones y demás, salen de la sala de los horrores. Lo que
parecía ser el paraíso del sexo, se convirtió en el infierno del sexo extremo. Les
dejan marchar a la pareja con condiciones, si deciden ir a la Policía, sus
hijos serían asesinados. Al parecer, Ana y Miguel hacen de gancho para atraer
parejas a la Mansión. Allí
eran vejados, torturados y violados, siendo grabados. Todas las salas iban
provistas de cámaras, se grababa todo lo acontecido en el chalet. De ahí, las cintas grabadas eran compradas por
personas de mucho capital, esos individuos pagaban por ver pornografía extrema. Eran
depravados con dinero. Un negocio redondo y lucrativo.
Pasados un mes
y habiendo sido ingresados en el hospital tres días, Yolanda y Juan seguían
teniendo pesadillas de aquel lugar de horror. Nunca volvieron a mencionar nada
de aquella noche y sobre todo, el mundo Swinger acabo ese día, volviendo a la
bendita monotonía y rutinarias vidas. Eso les fortaleció su vida conyugal.
EPÍLOGO: Este
pequeño Relato de ficción con tintes eróticos, es un homenaje al
escritor y filósofo Francés; el Marqués de Sade. ©
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