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17 diciembre 2015

EL FRAILE

http://www.retrum.cat/Cementerios.asp
Alfonso había llegado al límite, tras veinte años de profesión. Se estaba planteando dejar su oficio, de Funerario (se encargaba de la recogida de cadáveres). Tenía previsto abrir un Restaurante. A lo largo de los veinte años dedicándose a los “muertos”, había visto de todo, accidentes de tráfico, arrollamientos ferroviarios, homicidios, suicidios, ahogados, Quemados….El lugar más extraño donde recogió un fiambre , fue en una lavandería, el cuerpo se encontraba dando vueltas dentro de una secadora “centrifugando”. Lo peor de este oficio, es la recogida del cadáver de un niño, o cuando el cadáver es algún conocido, familiar, etc.… En este último caso, el servicio lo ejecuta otro compañero. Incluso sin conocerlo, a veces te afecta como algo personal, llegando a tener pesadillas.
Una noche, Alfonso recibe la llamada a su teléfono de trabajo,  a las tres de la madrugada. Tiene que desplazarse a un pueblo de Cuenca. La dirección que le dio su jefe, en el cementerio del pueblo. Hacia una noche de perros, frío y niebla, el viento soplaba del noroeste, los árboles del cementerio  parecía que se iban a tronchar. En el lugar se encontraba un coche patrulla de la Guardia Civil, un vehículo de la Policía científica y el sacerdote. El cadáver se hallaba tumbado boca arriba encima de una lapidas, presentaba signos de tortura a simple vista, además de haber sido degollado. Este tenía los ojos abiertos, su expresión de la cara, todo un poema, en su rostro se reflejaba terror y  sufrimiento. La atmósfera del lugar, ayudaba a que el escenario del crimen fuese más tétrico.  Era un individuo  con ropa y zapatos caros, llevaba un reloj Rolex, la cartera repleta de billetes de cien euros, era evidente que el Móvil del homicidio no era el robo. Estaban a la espera del forense para el levantamiento del cadáver,  de allí al anatómico.